viernes, 31 de julio de 2009

El artista- librero- objetual y su obsesión por llamar libro a lo que no es.

Cuando nos acercamos a una obra contemporánea, como el libro de artista, podemos encontrarnos con una gran diversidad de formatos y propuestas. Algunos podemos considerarlos "libros" en un concepto estricto, otros tal vez son libros-objetos, libros ilustrados, libros libres.



Hasta es posible que ni siquiera puedan ser abiertos. Sus hojas pueden estar pegadas, atadas, soldadas o encadenadas, están "condenados" a no ser leídos. Su sola presencia nos habla de imposibilidades: de abrir, de ver, de manipular, de hojear... un interior secreto e impenetrable. Un interior que no puede ser explorado. ¿Cuál es la intención de un libro así? ¿Qué sentido tiene? Podrían plantearse muchos interrogantes y también aventurarse algunas respuestas.

Un libro cerrado es una esperanza de lectura, un libro sellado, un condenado, es una lectura que nunca llegará. Es una invitación a la imaginación, despertar curiosidad para no saciarla nunca. ¿Qué se esconde entre sus páginas? Nadie puede descubrirlo. Debemos imaginarlo y de esa capacidad dependerá la historia que el lector se cuente a si mismo.

Las pistas estarán a la vista. Las tapas, el lomo, los bordes de las hojas pueden llegar a develar mínimas intimidades. ¿Qué amarra las hojas? Una cuerda, una cadena, un lazo con moño... podría llegar a ser abierto , si alguien se atreviera...


Hay libros que son libros-libres, sus páginas pueden cambiarse de sitio, no están numeradas, y si lo están pueden llegar a ser desordenadas por alguna mano inquieta que quiera proponer otro orden, otra secuencia. Son interactivos, se prestan a ser hojeados, de-construídos hasta cierto punto y vueltos a construir. Los libros de hojas libres se abren al juego, a las lecturas múltiples, al desorden pautado. Y puede suceder que las páginas terminen ajadas, rotas, llenas de marcas de manos poco cuidadosas. Es un riesgo que hay que correr para permitir el juego, como la rosa del Principito sin su campana de cristal... Es un libro "jugado", en más de un sentido. Es un libro generoso, se brinda completamente porque puede ser intervenido por el lector que puede contar con él historias diferentes.



Hasta aquí todo bien, son libros especiales... pero no se discuten, aún siguen siendo libros.



Pero existen también entre los libros de artista los llamados libros-objetos, más objetos que libros. De formas impensadas atacan sin piedad el concepto de libro: libro-mesa, libro-refrigerador, libro lámpara... quien sabe lo que puede crear la mente delirada de un artista- librero- objetual. El libro objeto nos sorprende, nos incomoda, nos plantea si es o si no es, en realidad, "un libro"... qué tiene esa cosa, objeto inclasificable, que me hace pensar que podría llegar a ser nombrado "libro".

¿Qué se entiende por libro? ¿Qué entiendo yo, lector? Mi concepto de libro me ata y me dificulta comprender que otro, artista para colmo, se atreva a desafiar esa certeza mía sobre lo que un libro debe o puede ser. Mi experiencia me dice que un libro es una cosa y su cosicidad de libro debe tener determinadas características que me permitan considerarlo "libro": unas tapas, un interior con hojas, un texto, unos dibujos, hasta podría aceptar que tenga hojas troqueladas, dibujos que se mueven accionados por las manos traviesas de unos niños curiosos, y letras... por supuesto. Hasta podría aceptar errores de impresión, saltos de páginas, mala ortografía, fotos borrosas, y otras iniquidades pero no lograrían que no sea un libro. Un mal libro, berreta, mal hecho... aún perteneciente al linaje del libro.

Un libro, debe tener, por mandato conceptual, al menos algunas páginas... las páginas pueden tener caracteres impresos... o no, tal vez podría ser un libro sólo de imágenes, pintadas, dibujadas, fotografiadas. También podría ser que ese libro esencial sólo tuviera un montón de páginas en blanco, en verde, en amarillo, en rojo o en azul... por tener las hojas de colores no dejaría de ser simplemente un libro. Podría confundirme, y pensar que es cuaderno, que me invita a escribir, ya no es tan seguro. Pero aún es pariente, se parece en la forma. Eso, un libro con hojas de color, es poco frecuente, pero posible. Y seguiría siendo libro, y no cuaderno, si tuviera algo impreso, un texto, unas palabras, un dibujo, unas fotos... ya no confundiría el libro y el cuaderno. Me sentiría a salvo de la duda.



Y hasta podría ser que no tuviera una tapa, podría haberla perdido, podría simplemente haber sido arrancada... y seguro por eso no dejaría de ser "un libro".

¿Y si fuera al revés? ¿Si solo hubiera tapas sin hojas que cubrir? ¿Si las tapas y las hojas se hubieran separado? Si tuviera en mis manos esas tapas huérfanas de páginas, ¿diría "tengo un libro en mis manos"? No, no... tal vez el tema de las tapas y las hojas no tenga esa propiedad conmutativa, porque hojas cosidas o pegadas entre si pueden seguir siendo libro des-tapado y las tapas sin contenido de páginas no son libro... ¡¡¡Son tapas!!!

Tal vez quiere decir que la esencia del libro está entonces en sus páginas, aunque estén en blanco, aunque sean coloreadas, aunque tengan dibujos, mejor aún (más seguro, más correcto, más libro) si tienen texto escrito. ¡Es la perfecta unión de papel y palabra!

Y eso me hace pensar que esa entrañable unión de papel y palabra, si no estuviera unida por el hilo y la cola podría también perder su cosicidad de libro. Porque si las hojas han sido dispersadas, no son correlativas, no tuviera la posibilidad de seguir los renglones de escritura entre una página y la otra, no serían un libro.

¿Que podría entonces darme alguna pista para unificar esas páginas dispersas y considerarlas libro? ¿El tipo de papel, el tamaño parejo de las páginas, la tipografía, el color de la tinta? Factores materiales... tactiles y visuales... De estos rastros de libro podría inferir que hubo alguna vez un libro entero, un señor libro. Que solo está presente en los pocos fragmentos que han quedado de él, y que a partir de ellos, presencias de una ausencia, se podría reconstruir, aunque tal vez parcialmente, el libro original. Tarea arqueológica, de restauradores y conservadores de museo.

Pero lo que sucede es que el artista- librero- objetual me desafía, desafía uno a uno todos mis pre-conceptos, y llama libro a un rollo de papel, a una pila de diarios, a un cuaderno con anotaciones varias, a una caja de fósforos con palabras adentro. Ya no puedo creer que la caja es caja, que el rollo es solo rollo y el cuaderno, cuaderno... me confunde, me cuestiona, me enfrenta. ¿Qué cree este señor?¿Que basta con poner un rótulo debajo?¿Que con sólo nombrar, designar a su antojo, presentar una cosa por otra ya lo ha convertido?¡Su magia no funciona!¡ Su artilugio de rótulo no impacta, no interesa...

¿Qué intenta el artista- librero -objetual?¿Sacudir las ideas, remover los conceptos?¿Cuestionar las certezas?¿Abrir nuevos horizontes?¿Ampliar las percepciones? ¿Aflojar los lazos que nos atan a lo seguro?

No sé... ni me interesa, allá él con sus cuestiones. Yo seguiré pensando, acá en mi biblioteca, que el libro, es libro y nada más.

2 comentarios:

martha zylbersztejn dijo...

Excelente Marcela!!!!Es bastante similar a lo que yo pienso
Bsss
MARTHA ZYLBERSZTEJN

ma. Gabriela Robin C. dijo...

Marcela:
Extraordinario tu postulado, estoy contigo.
María Gabriela Robin Constancio